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José Manuel Briceño Guerrero

lunes, 3 de noviembre de 2014

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Por: Jonuel Brigue

En Merida hay un médico que fabrica vodka. Él y varios colegas de él recomiendan tomar vodka como la mejor bebida alcohólica y me la han prescrito a mí como médicina, antes de acostarme en la noche, para facilitar la buena marcha de todas las funciones del cuerpo y del alma. Me habran creido necesitado de esa facilitación. Ellos, por su parte, proceden a la facilitación también durante el día. En el mercado se consigue vodka polaco, vodka finlandes, vodka canadiense y a veces vodka ruso. Ellos recomiendan el de más alto grado y sin añadidos. Nasa de sabor a limón por ejemplo. No aprueban el método de tomar tequila aplicado al vodka, pero reconocen las ventajas del pataleo voluntario para acusar el regaño y facilitar la dsitribución rápida en todo el organismo.

En Rusia los hombres se besan en la boca para demostrar cordialidad. El primer ruso que me besó era grande y fornido; un beso muy húmedo, me pareció que era con lengua. Me recuerdo a mi mismo sacando discretamente un pañuelito para escupir y limpiarme los labios. Me imagino lo que sentirán las mujeres cuando uno las besa con la boca llena de miche y tabaco.

Yo le pregunte a Don Manuel, el violinista de un campo de Merida, si al él, gran comedor de chimó, no le importaba besar a las muchachas con besos de chimo, o si a ellas no les molestaba ese sabor de la saliva. Don Manuel: !Qué, yo, cómo se le ocurre! Los que hacen esas porquerías son los gringos en las películas.
   Yo: Pero, Don Manuel, ¿Ud. entonces que es tan enamoradizo no besa a las muchachas?
   Don Manuel: Sí las beso; pero en otra boca, y ahí sí les gusta

 

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